Es más que una botella con sombrero cordobés rojo y chaquetilla. Es más que una valla publicitaria en la carretera. Es más que un cartel luminoso en la Puerta del Sol. Es una joya embotellada, es el sol y la alegría andaluza hecha líquido. Es un icono del beber y patrimonio del “chin chin”. Es el fino, el vino de Jerez que desde 1935 lleva el nombre del tío de su fundador y que ocupa un espacio reservado en todos los minibar de las casas. Esa botella que tanta gracia te hacía de pequeña y que te fascinó cuando fuiste lo suficiente mayor para probarla. Ya no hay día de verano que a la hora del aperitivo no pidas un fino “bien fresquito, por favor”.
Es más que una botella con sombrero cordobés rojo y chaquetilla. Es más que una valla publicitaria en la carretera. Es más que un cartel luminoso en la Puerta del Sol. Es una joya embotellada, es el sol y la alegría andaluza hecha líquido. Es un icono del beber y patrimonio del “chin chin”. Es el fino, el vino de Jerez que desde 1935 lleva el nombre del tío de su fundador y que ocupa un espacio reservado en todos los minibar de las casas. Esa botella que tanta gracia te hacía de pequeña y que te fascinó cuando fuiste lo suficiente mayor para probarla. Ya no hay día de verano que a la hora del aperitivo no pidas un fino “bien fresquito, por favor”.