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Canciones del verano que nos acompañaron toda la vida

Canciones del verano que nos acompañaron toda la vida

Hay veranos que no se olvidan. No por los destinos ni por los amores de paso, sino por esas canciones que se colaban en los transistores de la playa, en las cintas del coche o en las verbenas del pueblo. Canciones que, décadas después, siguen despertando el mismo cosquilleo en la barriga y nos transportan a aquellas tardes eternas donde el tiempo se medía en helados y zambullidas.

Años 60: los primigenios veranos con melodía

Todo empezaba con una radio. De esas de botón grande y voz cálida. En los años 60, las canciones del verano llegaban a casa envueltas en la voz de Conchita Velasco o del Dúo Dinámico, como si fueran una carta más en el buzón.

Amor de verano” de Dúo Dinámico no era solo una canción: era la despedida del estío con una lágrima contenida. Mientras tanto, “La chica ye-yé” se volvía himno para las mujeres que querían bailar sin pedir permiso. La ponía mi tía en su tocadiscos portátil, mientras barría la acera del portal con la bata bien ceñida y el moño impecable.

Y luego estaban los Los Brincos, con “Lola”, o “María Isabel” de Los Payos, que parecía sonar en cada transistor del paseo marítimo. Canciones que no hablaban de likes ni de plataformas, sino de miradas furtivas, paseos al atardecer y esa inocencia tan de la época. 

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Años 70: los ritmos que pintaron de colores los veranos

Los 70 trajeron la guitarra española a la playa y al guateque. La voz de Camilo Sesto rompía el aire caliente de la sobremesa con “Vivir así es morir de amor”, mientras las abuelas sacaban el café con hielo y los niños jugaban descalzos con una pelota desinflada.

Los veranos sabían a “Un rayo de sol” de Los Diablos, con ese estribillo que aún hoy muchos tarareamos sin darnos cuenta. Fórmula V nos regaló “Eva María” y “Vacaciones de verano”, himnos del bocata de tortilla en papel de aluminio, de las neveras de playa con termo rojo y del primer amor en la urbanización.

Y cómo no hablar de Raffaella Carrà. “Hay que venir al sur” o “Fiesta” eran pura energía. Mi prima se la sabía entera, y bailaba en la terraza mientras su madre, con la permanente reciente, le reñía por mover tanto la cadera. Aquellas canciones no se bailaban: se vivían.

Años 80: entre la movida y la pista de baile veraniega

La movida madrileña sacudió hasta las canciones del verano. Los paisajes cambiaban, sí, pero las verbenas seguían siendo sagradas. Y ahí, “Viaje con nosotros” de Orquesta Mondragón abría paso a veranos de colores eléctricos, hombreras y gafas de espejo.

Alaska y Dinarama encendieron la pista con “Bailando”, mientras Raffaella seguía ahí, incombustible, con su “Caliente, caliente”. Los Refrescos nos recordaban con sorna que en Madrid “Aquí no hay playa”, y sin embargo, las toallas se seguían extendiendo en el césped de cualquier parque.

Eran veranos de cassettes grabadas, de botellas de Mirinda compartidas y de bailes improvisados con los pies descalzos sobre baldosas frescas. El verano ya no era solo descanso: era declaración de intenciones.

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Años 90: cuando el verano se volvió coreografía

Y entonces llegó la Macarena. En cada boda, en cada cumpleaños, en cada playa. La canción del verano se volvió coreografía, y ya nadie se libró de alzar los brazos al ritmo de Los del Río.

Los Manolos con “All my loving” traían el espíritu olímpico, mientras el “Tractor amarillo” de Zapato Veloz nos hacía reír camino al chiringuito. Y luego estaban Ricky Martin con su “María” y Georgie Dann con su “Barbacoa”, que nos pusieron a todos a bailar con tenedor en mano y servilleta al cuello.

Las canciones del verano se volvieron más espectáculo, más coreo, más CD. Pero ahí seguía el espíritu: compartir, disfrutar, sentir. Aunque ya no fueran en cintas, esas canciones siguieron acompañando trayectos al pueblo, primeras salidas con amigos, y los eternos viajes de vuelta en coche con olor a salitre.

Canciones que aún nos susurran calor

Este artículo no es una lista de éxitos: es un canto a lo vivido. A las canciones que nos pillaron tomando un Calippo, esperando en la fila de la ducha del camping, o aprendiendo a bailar en la plaza del pueblo.

Cada una de ellas forma parte de nuestro mapa emocional. Y aunque ya no suenen en la radio, siguen vivas. En la memoria, en las sobremesas donde alguien las tararea, o en los veranos que tratamos de revivir con los nuestros.

Así que cuéntanos: ¿cuál es la canción de tu verano? Porque seguro que hay una que suena en tu cabeza solo con leer estas líneas. Y si la tienes, compártela, que entre todos vamos escribiendo esta gran banda sonora de nuestras vidas.

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