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Fiestas de otoño: del campo a la plaza, con castañas en el bolsillo

Fiestas de otoño: del campo a la plaza, con castañas en el bolsillo

Cuando el aire ya lleva semanas impregnado de ese olor a hojas marchitas y la tarde, aunque se resista, empieza a caer con una especie de pereza acogedora… es entonces cuando sabemos que el otoño ya está bien entrado. Nos acordamos de aquellas veces en las que íbamos al monte con los bolsillos vacíos y la emoción de volver con los puños llenos de castañas después de muchos pinchazos de erizos en los dedos. Los mayores nos enseñaban a abrirlos con los pies con un “esto se hace así, no te pinches”… Y luego llegar a casa, encender brasas y sentarnos todos a pelar castañas: el crujido, el calorcito que nos acaricia la mano, el humo que nos da la bienvenida incluso antes de sentarnos. Porque aunque el frío empiece a colarse, hay una calidez especial en el otoño.

Un ritual que baja del monte a la plaza

Recogemos en la montaña o al borde del castañar; luego bajamos al centro del pueblo, a nuestra plaza de toda la vida, y compartimos lo que el otoño ha traído. El fruto que la tierra, con paciencia, nos regaló. Nos sentamos juntos, reímos, miramos al lado, reconocemos caras, recordamos cuando éramos niños correteando entre erizos, quemándonos un poquito los dedos al abrirlos… Y lo que una vez fue labor en solitario se convierte en celebración colectiva. El campo se asienta en la plaza, y la plaza se llena del campo.

Castañero tradicional en la Praza da Herrería de Pontevedra durante una fiesta de otoño, con brasas encendidas para asar castañas.
Castañero en la Praza da Herrería (Pontevedra), durante las fiestas de otoño. Foto de Juantiagues, bajo licencia CC BY-SA 4.0, vía Wikimedia Commons.

Algunas fiestas de otoño que nos hacen sitio

Aquí os contamos algunas celebraciones que, desde distintos rincones de España, resumen ese encuentro entre fruto, fuego y comunidad.

Magosto (Galicia y otras zonas del norte)

En regiones como Galicia, León, Zamora o Asturias, el Magosto —también llamado amagüestu o castanyada en variantes locales— se celebra entre el 1 y el 11 de noviembre, coincidiendo con Día de Todos los Santos o San Martín de Tours.
La hoguera se planta, las castañas saltan en el tambor, el vino nuevo hace su aparición, las caras se tiznan de ceniza y la tradición hace un guiño serio y alegre a la tierra. Este es un momento en que nos reunimos, volvemos al origen, compartimos el fruto y la conversación se convierte en crujido de hojas, brasas y risas viejas y nuevas.

Cucurucho de castañas asadas en una calle de Galicia, típico de las fiestas de otoño.
Cucurucho de castañas asadas en una calle de Galicia, típico de las fiestas de otoño. Foto de HombreDHojalata, bajo licencia CC BY-SA 4.0, vía Wikimedia Commons.

Fiestas del vino nuevo y la vendimia (varios rincones de España)

El otoño también es tiempo de vendimia, de recoger la uva madura, de pisarla con los pies descalzos y de ver cómo el mosto se convierte, poco a poco, en vino. En muchos pueblos de España, desde Toro a Jumilla, pasando por Navalcarnero, se celebra la llegada del vino nuevo como se celebran las cosas importantes: con música, con comida y con la plaza como escenario principal.

Carros y cestas de uvas durante la Fiesta de la Vendimia en Toro (Zamora), una celebración tradicional del vino nuevo.
Carros y cestas de uvas durante la Fiesta de la Vendimia en Toro (Zamora), una celebración tradicional del vino nuevo. Foto de Ángel M. Felicísimo, bajo licencia CC BY-SA 2.0, vía Wikimedia Commons.

Cada lugar tiene su forma de hacerlo, pero en todos se repite la misma imagen: la uva se recoge en el campo y luego baja a la plaza. Allí se abre el vino nuevo, se brinda, se charla, se canta. Es una fiesta de agradecimiento y de alegría, que huele a tierra húmeda y sabe a tradición compartida. Una forma de celebrar el trabajo del campo y el arte de convertir su fruto en algo que se disfruta juntos, copa en mano, cara al otoño.

Fiesta de la Vendimia en Labastida (Rioja Alavesa), celebración popular con desfile de trajes típicos y uvas recién cosechadas.
Fiesta de la Vendimia en Labastida (Rioja Alavesa), celebración popular con desfile de trajes típicos y uvas recién cosechadas. Foto de Zarateman, bajo licencia CC0 1.0 Universal (Dominio Público), vía Wikimedia Commons.

Festival de la Chaquetía (Coria, Provincia de Cáceres)

Un poco más tranquilo, casi susurrado. En Coria y sus pedanías se celebra el día 31 de octubre una fiesta en la que “la chaquetía” —una merienda de frutos de temporada— se convierte en protagonista. Castañas asadas, música folklórica, puestos modestos pero con alma. 

El rito es sencillo: venir, sentarse alrededor de la hoguera, hablar con la vecina que te conoce de siempre, el crujir de la castaña entre los dientes. Y salir con los bolsillos rebosantes de recuerdo.

El olor, el gesto, el recuerdo

Entre las risas y el humo, hay quien llega con su bufanda bien arrebujada —de esas tejidas con mimo que abrigan de verdad—, otros traen su cestita aún medio llena de castañas, y en alguna mesa improvisada no falta la jarra de cerámica humeando con vino dulce, que se pasa de mano en mano. A veces, si miras bien, hasta verás un rincón con una manta de lana doblada sobre un banco o una vela encendida para espantar el frío. Detalles pequeños que calientan el alma.

¿Y qué pasa cuando ya estamos en la plaza y la hoguera crepita? Pues que el olor a castañas asadas nos transporta, sin pedir permiso, a la infancia: al frío que llegaba de puntillas, a las risas con las manos llenas, al primo que quemaba una castaña entera y la “regalaba” a quien le escuchaba. Nos damos cuenta de que la celebración de otoño no necesita luces estridentes: con una hoguera, unos amigos, y el fruto de la tierra ya lo tenemos todo. En la ciudad, en el pueblo, en la ladera del monte o en la plaza de enfrente: lo rural se sienta en lo urbano y lo urbano vuelve la mirada al campo.

Asando castañas en el fuego.

En esos momentos: los guantes se arrancan de las manos para poder meterlas al calor de las brasas, los bolsillos ya no están vacíos sino que están llenos de castañas, y las voces se mezclan con el crepitar del fuego. Nos miramos, recordamos que lo que estamos celebrando es mucho más que un fruto. Es una forma de ser, un gesto de agradecimiento, un «aquí estamos» conjunto.

Celebrar lo nuestro juntos

Así que, cuando las hojas ya formen alfombras doradas, y el frío sea solo un detalle detrás de una manta cálida, salgamos, encontremos esa plaza, esa hoguera, ese grupo. Porque celebrar lo nuestro —la castaña, la uva, el fruto tardío, el vino nuevo— es también celebrar la belleza de lo sencillo, lo hecho a mano, lo compartido.

Y sobre todo, es sentir que nosotros formamos parte de algo más grande: la tierra que nos acoge, la plaza que nos reúne, la fiesta que nos mueve.

Gracias por acompañarnos en este relato. Gracias a las manos que recogen, a las brasas que calientan, a las plazas que acogen. Y gracias a ti, que estás ahí, dispuesto a vivir lo auténtico. Porque, aunque fuera haga frío, aquí dentro —en la plaza, junto al fuego, entre manos que comparten— siempre se caldea el ambiente. Estas fiestas hacen que el otoño se vuelva cálido, como una manta suave sobre las rodillas o un sorbo de vino en taza de barro.

 

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