Sigues esperando en la mesa con ansia la suculenta. Mientras tanto, para calmar tú hambre, vuelcas esa aceitera que lleva toda la vida en la mesa cargada de oro líquido. Untas de pan con aceite que sabe una gloria hasta que te regañan, y que ya eres mayorcito. No dejes en el olvido estos cacharros que en tantos buenos ratos nos acompañaron durante toda la vida y gracias a esta loca fiebre por lo retro han vuelto a nuestras casas.
+Sigues esperando en la mesa con ansia la suculenta. Mientras tanto, para calmar tú hambre, vuelcas esa aceitera que lleva toda la vida en la mesa cargada de oro líquido. Untas de pan con aceite que sabe una gloria hasta que te regañan, y que ya eres mayorcito. No dejes en el olvido estos cacharros que en tantos buenos ratos nos acompañaron durante toda la vida y gracias a esta loca fiebre por lo retro han vuelto a nuestras casas.
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