Sigues esperando en la mesa con ansia la suculenta sorpresa que haya preparado tu madre para comer. Mientras tanto, para calmar tu hambre, vuelcas esa aceitera, que lleva toda la vida en la mesa cargada de oro líquido. Untas pan con aceite que te sabe a gloria hasta que te regañan, y eso que ahora ya eres mayorcito...
Sigues esperando en la mesa con ansia la suculenta sorpresa que haya preparado tu madre para comer. Mientras tanto, para calmar tu hambre, vuelcas esa aceitera, que lleva toda la vida en la mesa cargada de oro líquido. Untas pan con aceite que te sabe a gloria hasta que te regañan, y eso que ahora ya eres mayorcito...