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Juegos tradicionales de España: la infancia que jugábamos en la calle

Juegos tradicionales de España: la infancia que jugábamos en la calle

El valor de jugar con lo que teníamos a mano

Antes de las pantallas y los videojuegos, la calle era nuestro mejor patio de recreo. No hacían falta grandes cosas: una cuerda, unas chapas, una piedra bien plana o simplemente un corro de amigos. Jugábamos hasta que se encendían las farolas o hasta que desde el balcón gritaban nuestro nombre. Así era la infancia en España: libre, bulliciosa, y llena de tardes que se alargaban sin reloj.

Había menos coches, más sensación de seguridad y menos miedo. Y eso lo cambiaba todo. Jugábamos sin supervisión adulta, con una libertad que ahora parece impensable. No porque fuera otro mundo, sino porque vivíamos con menos conciencia del peligro. Y eso nos hacía volar.

Los juegos populares que marcaron una época

1. La rayuela

Con una piedra y una tiza (o un palo para dibujar en la tierra), bastaba. Había que tener puntería y equilibrio, y los turnos se respetaban con una seriedad casi solemne. La rayuela, con sus casillas numeradas, era un pequeño reto diario.

2. Las canicas

Quien tuviera un buen "bolindre" de cristal era el rey del recreo. Jugábamos en la tierra, haciendo agujeros y lanzando con destreza. Y si se perdían, ay madre... ahí sí que se armaba.

Niños jugando a las canicas tirados en el suelo. Blog Real Fábrica. Juegos tradicionales de España: la infancia que jugábamos en la calle

3. La comba y el elástico

Especialmente populares entre las niñas, aunque todos nos apuntábamos. A saltar al ritmo de canciones, de retos y de risas. La comba era cooperación pura: unas giraban, otras saltaban y todas cantaban.

4. El escondite y el 1-2-3 escondite inglés (o "pollito inglés")

Uno de los reyes absolutos del verano. Nada como correr, esconderse bien y aguantar la risa mientras el que contaba decía aquello de: "por mí, por todos mis compañeros y por mí el primero". Y por la noche, el juego cambiaba de nombre: escondite inglés, o como decíamos en Sevilla, "pollito inglés". No sabemos de dónde venía el nombre, pero nos hacía mucha gracia.

5. Los juegos de pelota

De pared, de corro, con botes o sin ellos. La pelota era casi siempre protagonista. En patios, plazas o callejones, cualquier rincón servía para inventar un partido. Y si había que parar porque venía un coche, pues se paraba. Y luego se seguía.

6. El juego de las chapas

Una mezcla entre carreras, habilidad y colección. Cada uno traía su equipo (algunas chapas decoradas con papel y celo), y se organizaban auténticos campeonatos de Tour de Francia sobre los adoquines o la arena del parque.

7. La peonza

Girar una peonza era todo un arte. Al principio no salía. Se caía, rebotaba, rodaba de lado. Pero cuando por fin conseguías que girara firme, centrada, como hipnotizada… ¡qué orgullo! Había que saber enrollar bien la cuerda, lanzar con fuerza y estilo. En muchos pueblos, incluso, se hacían competiciones en la plaza del pueblo.

8. El corro de la patata

"Al corro de la patata, comeremos ensalada..." ¿Quién no recuerda esa canción? Un clásico de los juegos en grupo, donde las manos se entrelazaban y el cuerpo giraba al ritmo de letras que aún hoy resuenan en nuestra memoria. El corro de la patata era pura infancia: unión, canto y risas aseguradas.

Recortables: la magia de jugar en días de lluvia

No todo era correr. Había tardes de lluvia, días en que el suelo estaba mojado o simplemente momentos de calma. Y ahí entraban los recortables. Ay, qué maravilla. Las muñecas de papel con sus vestidos, sus accesorios y esa cajita donde lo guardábamos todo con mimo. Recortar era una de esas tareas que exigía paciencia, concentración y cuidado. A veces se rompía un brazo, o no encajaba bien la pestaña del gorro. Pero eso no quitaba ni una pizca de magia.

Aprender mientras se jugaba

No era solo cuestión de entretenimiento. Los juegos tradicionales españoles nos enseñaban normas, paciencia, estrategia, trabajo en equipo. Sin darnos cuenta, aprendíamos a esperar turno, a perder con elegancia y a ganar con humildad.

Muchos juegos exigían repetir, insistir, equivocarse y volver a intentar. Como la peonza, que al principio se nos caía siempre. O las canicas, que parecían imposibles de acertar. Pero había que insistir. Sin recompensas instantáneas, sin pantallas que felicitaran. Solo el orgullo de haberlo conseguido.

Cajas de recuerdos y juegos para compartir

En Real Fábrica nos gusta mantener vivas estas tradiciones. Por eso, tenemos juegos de toda la vida en nuestra tienda online y física: peonzas, yoyós, chapas, pitos de San Isido o el juego de las tabas y también libros como Juegos de Antaño todo el año, que recogen con mucho cariño un montón de juegos de nuestra infancia.

Y por supuesto, los recortables, que siguen despertando sonrisas entre pequeños y mayores. Porque sí, aún hay tiempo para rescatar esos ratitos tranquilos de papel y tijeras.

Invitamos a todos los que quieran volver a jugar como antes, a rescatar ese pedacito de infancia compartida que nos hizo tan felices. Porque volver a esos juegos es, en el fondo, volver a casa.

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Real Fábrica es un proyecto nacido para reivindicar lo nuestro: lo bien hecho, lo que tiene historia y alma. Recorremos España en busca de productos tradicionales, de esos que huelen a infancia, a pueblo, a sobremesa larga. Puedes descubrir nuestras piezas en la tienda online, leer las historias que contamos en el blog y unirte a nuestra comunidad suscribiéndote a la newsletter.
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